Mejorar la dieta es construir el futuro

Edgardo Caramella @ Learn DeROSE
4 minutos

19 de oct 2020 10:11

Desde hace milenios, desde los orígenes mismos de la humanidad, el acto de comer ha sido de fundamental importancia en nuestra vida. En distintas épocas y de diferentes maneras, el hombre se ha reunido cotidianamente en torno a la comida, no solamente para saciar su hambre y satisfacer el impulso biológico de nutrirse, sino para participar de ese ritual de íntima comunicación.

Este acto increíble y a la vez simple y cotidiano de tomar elementos del mundo existente para nutrirnos, nos demuestra que somos parte de un todo interrelacionado y nos obliga a reflexionar desde lo ético -e incluso lo ecológico- sobre cuál es la dieta adecuada para el ser humano.

La relación del hombre con el mundo, con el orden natural de las cosas, debe ser claramente entendido por la sociedad actual. La historia nos muestra el ejemplo de sensibles naturalistas, filósofos y sabios de la antigüedad que priorizaban un sistema alimentario biológico, consciente y equilibrado, generador de menor cantidad de residuos y toxinas y, por lo tanto, favorecedor de mejor salud, mayor vitalidad y del placer necesario en su camino de evolución. Ya es hora de incorporar una dieta ética que mantenga a nuestros cuerpos y al planeta en un estado de salud y bienestar, minimizando la agresión y la destrucción del medio ambiente.

En la actualidad, los conceptos e investigaciones más modernas alertan sobre los peligros a los que se exponen los grandes consumidores de carnes, grasas y proteínas. Estadísticas elaboradas en los países más desarrollados demuestran que gran cantidad de enfermedades son producto de una inadecuada cultura alimentaria, y por ese motivo los nutricionistas advierten sobre la necesidad de retornar a una dieta basada en frutas, verduras frescas, hortalizas, semillas y cereales, de preferencia orgánicos, para reducir la cantidad de productos químicos que poseen.

En el momento actual, las opciones de alimentos que tenemos a nuestro alcance nos permite, sin esfuerzo, la posibilidad de inclinarnos a una alimentación biológica y respetuosa de la vida en general. Además de todos los beneficios ya comprobados, nos brinda la satisfacción de encontrarnos frente a un universo de sabores, colores, aromas y posibilidades ilimitadas de combinaciones placenteras, que transforman la tarea de cocinar en un maravilloso arte y, a quien lo realiza, en un verdadero y exigente alquimista.

Disfrutemos del crepitar de las especias dentro de las ollas, del sonido de la sopa al hervir recordándonos los almuerzos en la casa de la abuela, del suave aroma de un pan recientemente amasado al cocinarse dentro del horno. De la alimentación depende entre otros aspectos, el desarrollo, la salud, la vitalidad e incluso la conducta.

Ya sería hora de colocar en los programas de estudio de los colegios, clases de nutrición y de cocina práctica. En forma lúdica, los niños se familiarizarían con la elección de los alimentos y la creatividad al cocinar, además de aprender a ser solidarios al compartir algo tan simbólico como es el alimento con sus compañeros y docentes.

Debemos informarnos para fortalecer la capacidad de elegir, especialmente en los niños, debido a la cantidad de publicidades, marcas y comercios que generan verdaderas adicciones al consumo constante de productos alimenticios que no son recomendables. Productos industrializados y saturados de sustancias químicas como el GMS o glutamato monosódico que resalta los sabores e intensifica el deseo de seguir comiendo.

Vamos entonces a adentrarnos en este camino sensorial de nuevos paradigmas, reforzando la capacidad de elegir con más consciencia lo que comemos y así, conectando con este saludable proceso de alquimia ilimitada que nos brinda la cocina. Todavía estamos a tiempo de crear una sociedad más saludable y consciente.

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